jueves, 29 de agosto de 2013

Sobre Avelina Lésper, el performance y el conservadurismo… no sólo de los teatreros mexicanos




No debe sorprender, en el país que revivió o mantiene a flote al priismo, la multiplicada presencia de una crítica que añora volver al arte del siglo XIX. El peso que Avelina Lésper ha adquirido recientemente en medios de comunicación audiovisuales, impresos y electrónicos no preocupa ni espanta, principalmente, porque en su campo de interés –las artes visuales que ella pretende regresar al paradisíaco estado de las artes plásticas- hay suficientes críticos y teóricos que apuntalan y enriquecen el pensamiento detrás de las formas contemporáneas de la especialidad. Incluso, aunque no se compartan sus ideas, se agradece su refunfuño porque, en efecto, el poder del ramo está en manos de los curadores y sus escuelas profesionales hace tiempo que incorporaron las teorías y prácticas que tanto irritan a dicha crítica.

Personalmente, sin embargo, hay que lamentar que esa visión del arte haya desplazado en Letras Libres –una revista que también da fuertes coletazos al sentir que se queda atrás de su tiempo- a María Minera, una especialista que, por razones familiares, se ocupaba de vez en cuando pero con gran brillantez del teatro.

Lo preocupante, me parece, es que los teatreros locales la admiren y enarbolen sus causas con dramática y ficticia frecuencia. Porque en esta parcela, el poder del teatro y su perpetuación por medio de sus escuelas continúa en manos de gente cuyos referentes artísticos fundamentales siguen siendo stanislavskianos y cuyos referentes del pensamiento contemporáneo no suelen ser muy amplios. Y porque en ella, la crítica sigue siendo o una notita semanal sobre las obras en cartelera o una voz impertinente a la que hay que desactivar descalificando antes que nada al crítico. 


El último de los artículos de Lésper difundido en las redes sociales de los teatreros es una diatriba contra el performance art a propósito de la presentación de un libro al respecto, y viene como anillo al dedo a los defensores del teatro-teatro, es decir aquel basado en un drama y sustentado en la pretendida y sacrosanta ficción. No he leído el articulo sino por encima, pero con eso basta para afirmar un par de cosas. En primer lugar, el artículo reproduce la estrategia recurrente de Lésper, ya señalada justamente por María Minera en una polémica que sostuvieron y le costó la chamba a la segunda, que consiste en descalificar a una práctica o una disciplina por sus malos ejemplos. Algo así como descalificar a la pintura con las manzanitas de Marta Chapa o pasarse la escultura por alguno de los cientos de arcos del triunfo de Sebastián. O descalificar al teatro por el noventa y cinco por ciento de las obras que –hoy como siempre- se montan en él.

Pero lo triste de que los teatreros celebren su artículo está en la naturaleza de algunos de sus argumentos. Uno de ellos el que se refiere a la centralidad del cuerpo en el performance y su pretendida mitificación. Una vez más, el ejemplo encierra la trampa: ¿que el Marqués de Sade dijo mucho más que todo el performance junto? De acuerdo, pero también Shakespeare dijo más sobre la condición humana que todo lo que puedan decir los teatreros de las redes sociales juntos, y a nadie se le ocurre pedir entonces que dejen de hacer teatro. Pero, sobre todo, muestra una profunda ignorancia respecto a la naturaleza misma de lo performativo; si algún teatrero cree que un libro –por brillante que sea- comunica u ofrece una experiencia de percepción igual a la de un cuerpo presente, que se ponga a hacer literatura porque nada tiene que hacer en la escena.

(Por cierto, la propia Lésper se mete el pie al señalar la cauda de tormentos, torturas, ejecuciones públicas y castigos que a lo largo de la historia han marcado nuestra percepción del cuerpo. Bueno, pues si esos ejemplos no fueron deliberadamente performance, por lo menos pueden ser estudiados como tales.)


La otra descalificación que me incumbe, porque tiene todo que ver con el arte del actor, y por que yo estuve ahí, es la relativa a la gran retrospectiva de Marina Abramovic en el MOMA. Mi crónica e incipiente reflexión sobre ella puede verse aquí. Y en la descalificación, otra vez la ignorancia o la mala fe: ¿que Abramovic hace performances protegidos por policías y los muros de El museo? Lésper ignora entonces (y la documentación estaba ahí, en el museo) Lips of Thomas, el performance de 1975 donde el público intervino para salvar de un posible shock a Abramovic y da pie a todo el libro de la investigadora teatral Erika Fisher-Lichte, Estética de lo performativo (Abada Editores, 2011). Tampoco se enteró que el performance central, The Artist is Present, fue la conclusión de un largo ciclo realizado en múltiples espacios públicos.

Es decir que Lésper leyó alguna reseña del acontecimiento o pasó por ahí sin detenerse a mirar o definitivamente no le interesan las artes de la presencia, a lo que tendría todo el derecho siempre y cuando no pretenda escribir sobre ellas. Pero que los teatreros celebren la descalificación de esa acción del teatro más puro -dos seres enfrentados uno al otro, el establecimiento de una condición abierta acotada al hecho estético o ritual donde todo es posible, y el desafío de la percepción ordinaria gracias a una condición de presencia adquirida por medio de la ruptura de los límites del cuerpo- significa que han entendido muy poco sobre la naturaleza del teatro, sobre esa experiencia del instante “que dice mucho más” que las obras completas de Luisa Josefina Hernández ilustradas sobre un escenario.

No soy un entusiasta del performance art y creo que es pronto –si “toda la historia del performance” no tiene más de cuarenta años- para saber los alcances y posible permanencia del género como tal; algunas de mis dudas están en la crónica de Abramovic en el MOMA.  Tampoco comparto la idea emancipatoria de los performanceros de definirse siempre con una negación del teatro, pues el terreno donde ambas formas se superponen resulta evidente y esencial para comprenderlas. Pero en cambio sí estoy seguro que los estudios o la teoría del performance han abierto un campo fascinante de relaciones para el arte y la recuperación de sus relaciones con lo social. Nadie que se haya echado un mínimo clavado al fenómeno puede negar que ha sido una auténtica bocanada de oxígeno y por eso no puedo entender que los teatreros prefieran seguirse asfixiando en sus salas a la italiana, con sus prácticas rituales completamente desgastadas y adorando un repertorio que es ya poco más que un museo de cera.

Su rechazo acrítico de todo lo que huela a performance también significa, por cierto, que no han visto mucho teatro en los últimos veinte años y, por tanto, no pueden apreciar la enorme influencia (el mejor capítulo del libro de Hans-Thies Lehman, dicho sea de paso) de lo performativo en los grandes ejemplos del teatro actual, incluido el magnífico trabajo de nuestras Lagartijas (El rumor del incendio), donde el material central de la realización escénica salió –para rabia de Avelina Lésper- de la “casa de la mamá de la artista”.

(Las imágenes tomadas para esta nota corresponden a tres trabajos escénicos de Josef Nadj, Jan Fabre y Heiner Goebbels imposibles de comprender sin ese sentido de lo performativo).

Bueno pues, para acabarla de arruinar, esta ignorancia o falta de actualización podrían haber encontrado al menos un paliativo en el libro de Richard Schechner (Performance Studies) que, después de casi diez años, acaba de publicar el FCE. Pero resulta que por otro prurito conservador, en este caso de orden lingüístico, el traductor Rafael Segovia Albán decidió ignorar las discusiones que durante unos veinte años han tenido lugar en los medios académicos respecto al empleo del término, y, por sus castellanas pistolas, tradujo Performance como Representación, con lo cual el mamotreto de 600 pesos sirve sólo para limpiarse algún espacio bien conservado del cuerpo. Así las cosas.

Rodolfo


miércoles, 9 de enero de 2013

para seguir hablando de teatros


1.
se ha abierto el telón del primer melodrama escénico del sexenio -enlazado con la cola del anterior-: en la pasada muestra nacional de teatro, el funcionario de conaculta roberto vázquez adelantó el propósito de la dependencia de construir 500 teatros en un número igual de municipios del país, y el argumento central del funcionario, supone que la construcción de dichos recintos: "contribuiría a paliar significativamente la situación de carencias y desequilibrios en la infraestructura cultural [del país]" ( en el diario de la muestra núm. 3, aquí: http://issuu.com/mnt33/docs/tres_web?mode=mobile). acto seguido, mi blogmate, rodolfo obregón esgrimió sus argumentos, entre ellos: "por qué se siguen pensando [las políticas culturales] en proporciones faraónicas y planteando sus estrategias desde la punta de la pirámide sin consultar siquiera a aquienes, a lomo, evitan que se desplome?" (en el diario de la muestra, núm 7, aquí: http://issuu.com/mnt33/docs/n_mero_siete_web?mode=mobile). por mi parte, leídos los textos, no me queda sino compartir la extrañeza de rodolfo ante estos golpes de demagogia institucional que supone, todavía, que aunque un diagnóstico se presente de manera universal ("hay desequilibrios en la infraestructura cultural de todo el país"), la solución deba tener el mismo carácter general ("hagamos teatros"). me quisiera detener un poco en este asunto que supone que la igualdad provoca, de inmediato, justicia.
sin tiempo para detenerme en detalles, el cartón que ilustra este texto explica mucho de lo que quiero decir: el establecimiento de la igualdad, no garantiza el acceso a la justicia: siendo todos iguales en derechos, no lo somos en contextos. de donde se entiende que homologar ciertas soluciones en un amplio territorio sólo acentúa la injusticia. (doy por hecho que entendemos que el derecho a la cultura es constitucional, y por eso hablo de justicia). esto significa que, aunque el diagnóstico del desequilibrio en infraestructura sea correcto, esto no se resuelve con la construcción de teatros; antes bien, se corre el peligro de acentuar la injusticia que tal desequilibrio supone, pues la generalización desatiende las importantísimas diferencias. diferencias en expresión de cultural local, diferencias en expectativas sociales, diferencias en lo que se entiende en la cultura urbana por cultura o arte. diferencias, también, en el desarrollo local de las agrupaciones teatrales y de su propia experiencia como factor a tomar en cuenta. y una diferencia mayor: la diferencia de cada localidad para mantener viviente cada expresión escénica: ¿con qué dineros mantener un teatro, digamos, en wirikuta, donde la gente se divide entre el apoyo a la tradición y la defensa de las tierras, y el amargo entusiasmo de que las mineras generen, al menos, empleos precarios?, ¿no sería mejor apoyar a colectivos artísticos que ya existen en, digamos, la capital de estado, que llevan talleres e insumos que, consetudinariamente, van inyectando los valores de alegría y pensamiento de las experiencias artísticas en las comunidades mencionades?
detalles como éste son los que olvida la administración federal con dolorosa pobreza imaginativa. y lo mismo sucede, para contnuar con el relato del melodrama, con argumentos como los que dibuja jaime chabaud en su apasionada defensa del proyecto institucional, y que mereció una segunda respuesta de rodolfo (http://teatromexicano.com.mx/noticia.php?id=500). la conclusión de chabaud es la siguiente: "el beneficio es obvio, siempre y cuando se haga bien. Es decir: que esté dotado de dinero suficiente, con la participación de las comunidades beneficiarias y el involucramiento decidido de artistas, y, sobre todo, como parte de un sólido discurso cultural de largo aliento" (http://teatromexicano.com.mx/noticia.php?id=496). la conclusión, no por bonita se sostiene frente a la realidad: primero, porque supone, como el argumento institucional, que la infraestructura precede a las necesidades: "¿falta cultura?, ¡pues hagamos teatros!". como si los recintos no marcaran modos de producción; dar por sentado que los teatros (a la italiana o como caja negra), son política y económicamente neutrales es un desatino. el recinto condiciona estéticas, modos de producción y dinámicas de contacto entre los artistas así como entre estos y su comunidad. si, por ejemplo, marco petriz no precisa un teatro, no es únicamente por caprichos estéticos, sino que su espacio define la calidad del diálogo que quiere establecer con su comunidad.
ahora seré abogado del diablo, pues tengo que decir también que un teatro puede favorecer enlaces comunitarios inéditos y necesarios. un teatro puede ser ese espacio autónomo donde el ciudadano se encuentra con sensaciones y formas al margen de su cotidianidad, en tiempos más holgados y singulares. pero que esto sea posible, depende, en gran medida, de quiénes y cómo entienden la cultura los que administren los teatros; no creo que haya ningún problema en que los teatros den cabida a obras escolares o música o danza de expresión local; el asunto es que, nuestra pobre cultura política no entiende todavía el usufructo del bien común. de manera que los recintos teatrales favorecen dinámicas sociales, políticas y económicas que valdría la pena pensar para cada caso.
la segunda objeción a la conclusión de chabaud cae por sí misma: no existe ni a nivel federal ni estatal ni municipal, un discurso cultural de largo aliento ni, como dije, una cultura de involucramiento de los artistas más allá de su propio beneficio. lo hemos demostrado hasta el cansancio: la política cultural favorece la atomización de esfuerzos y la alimentación de dinámicas clientelares, a las que los artistas escénicos no han plantado cara. y me parece al menos ingenuo pensar que si primero se invierte en infraestructura luego, por acto de magia administrativa, se dará el discurso cultural de largo aliento y la conciencia comunitaria. es como pensar que comenzar una guerra contra la delincuencia organizada terminará con el problema del negocio de la droga y trata de personas. las cosas no suceden así en la vida real.
2.
por último, unas palabras sobre los recintos teatrales. los teatros han sido por mucho tiempo una fuerza de poder simbólico. los príncipes europeos durante varios siglos construyeron teatros para dar brillo a su principado: un gran teatro demostraba el poder político del príncipe. las compañías nacionales, después, tuvieron la misma intención hegemónica: mostrar poder. a mediados del siglo xix, un empresario particular, soñó con un teatro en la ciudad de méxico, y como no le alcanzó el dinero, tuvo que pedírselo al mismísimo santa anna; el teatro nacional se llamó el gran teatro de santa anna, y durante la ocupación francesa fue bautizado por maximiliano como gran teatro imperial, quien solicitó a josé zorrilla la creación de la compañía imperial. al ser derruido ese teatro, en 1901, se organizó la construcción de una mole elefantiástica que daría lustro al gobierno de don porfirio. el proyecto fue tan desmesurado que lo alcanzó la revolución y aún no se terminaba. el palacio (ojo a la designación monárquica) de las bellas artes se inauguró hasta 1934. la revolución, después, construyó teatros para el pueblo; en una de esas desmesuras que sólo se explican en una dictadura perfecta, se construyó un red teatral inmensa en toda la república al lado de los hospitales. qué bueno, pero también hay que señalar que se trató de una iniciativa discrecional y, como se sabe, muchas veces al margen de la reglamentación al uso. en todo caso, ese país ya no es (o debería) ser el nuestro. el estado fallido en el que vivimos es resultado también de esa loca carrera por "modernizar" homologando, por imaginar que las ideas geniales de los funcionarios pueden mejorar la realidad y, si no, pues peor para la realidad.
la pregunta sigue: ¿qué hacemos con la voluntad institucional por construir 500 teatros?, ¿se puede dialogar, discutir, informar? o, para variar, consummatum est.
rubén


miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sobre el 1D y Juan Francisco Kuykendall

El pasado primero de diciembre, durante las manifestaciones en contra de la toma de posesión del nuevo Ejecutivo Nacional, hubo al menos dos hechos que involucran a personas de las artes escénicas. Por una parte, un grupo de estudiantes de primer año de la carrera de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM, se encontraba haciendo un performance en el Centro Histórico de la capital, cuando en la calle de Filomeno Mata un piquete de policías de contención del Gobierno del Distrito Federal, les puso un cerco y los subió a un camión policial que los llevó a la agencia 50 del MP, donde se les imputaron los delitos de Ataque a la paz pública y Ataque a la Nación.
En efecto, todo indica que los policías no sólo pagaban una cuota de detenidos en medio del caos, sino que, además, estaban en contubernio con los grupos de choque, pues sabemos por narraciones de los detenidos que los agresores de vidrieras y comercios pasaban frente al contingente policial como Pedro por su casa.
La mayoría de los chicos fue liberada y sin embargo, una sola compañera, Mariana Muñiz, sigue detenida. Las redes sociales ebullen de información y evidencias a su favor y esperamos que sea liberada muy pronto.
Otro caso dramático es el de Juan Francisco Kuykendall, viejo lobo de los mares escénicos que ejercía últimamente en San Luis Potosí. Él fue golpeado por uno de los proyectiles lanzados por la policía federal en las afueras de San Lázaro, de manera que quedó con fractura de cráneo expuesta. En el hospital se le indujo en coma y su estado es de pronóstico reservado.
Así, las cosas, el investigador del Citru Julio César López, me pide hacer pública la entrevista que realizó hace años con Kuykendall, con el objetivo de que la gente de teatro y la opinión pública conozca más acerca de esta persona de teatro, que fue herida mientras realizaba una manifestación en total congruencia con su trayectoria profesional y vital.
r.o.

He aquí, pues, la entrevista:
Kuy Kendal

En entrevista con el actor de teatro popular Kuy Kendal, menciona que sus inicios teatrales parten de la insistencia de una novia que tenía en Nuevo Laredo, Tamaulipas, que estudiaba costura en un centro comunitario del IMSS, pues ella tenía la idea de que aprender le permitiría a uno desarrollarse y sugirió a Kendal inscribirse a algún curso y “entonces fue que me inscribí en teatro, allá por el año del 63 o 64 y estuve ahí estudiando en Laredo convirtiéndome en un actor que yo siento que lo más importante de eso es que ahí encontré mi vocación”.

Kuy Kendal habla acerca de la influencia teatral de algún tutor para determinar que el teatro es su verdadera vocación: “Yo creo que soy un ser marginal de origen…, que mi vocación popular, de lo popular, como soy un ser marginal, como siento como que aún no están las cosas para uno, son para los demás, tu nunca sientes que son para ti. Entonces eso hacía de mí un chico extrovertido totalmente y entonces me refugiaba, más que en el deporte o cosas así, me refugiaba en el cine, en la televisión, y eso hizo que en mí, por un lado se quedaran muchas imágenes, y por otro lado pues me gustaba mucho ese tipo de fantasía que se daba en esos momento (…) La verdad tenía miedo de hacerlo, descubro que soy el único de los alumnos que tiene la capacidad de integrar desde mi primera presentación, maquillaje, caracterización, vestuario, análisis de personaje etc. y que además descubro lo que va a ser, lo que va a marcar toda mi vida que es que yo no me aprendo los personajes de memoria sino mas bien por una memoria emocional (…) Entonces descubro eso también porque yo antes de entrar a escena no me acordaba qué seguía, cómo empezaba la obra y en el momento en que piso el escenario, en ese momento empiezo a vivir. Y descubro que soy un actor, o sea que eso no lo ha hecho nadie de los compañeros míos. Y lo primero que me dice mi maestro, que de ahí fue pues así como mi gran influencia, sí, fue que acaba de nacer un actor, entonces eso fue para mí genial”.


Promoción cultural en Nuevo Laredo

Kuy Kendal afirma que fue a través de las películas vistas en la televisión como se sensibilizó para sentir cada uno de sus personajes, y eso determinó el curso de su carrera pese a haber muchas profesiones como doctor o piloto aviador. Kendal subraya que en ese entonces, en Nuevo Laredo como en varías partes llega la promoción cultural, específicamente la teatral “y en el estado se empieza a notar mucho porque surgen nuevos grupos; concursos interregionales y nacionales, incluso en estatales llegamos a primer lugar como grupo y como actor en una obra que se llamaba El Cuervo de Alfonso Sastre”, añade Kendal.

Kendal afirma que desearía poner algún día esta obra que cataloga como excelente y recuerda que José Solé estuvo como jurado del certamen
a nivel estatal, quien “me dio una beca para estudiar en Bella Artes como premio”.

“Regresé a mi tierra platicándole esto a todo mundo y pues, la mayoría me opinó, pues dijo “sí, vete, vete.” Mis jefes, pues yo pensé que se iban a oponer y también me dijeron que me fuera. (…) El único que puso el grito en el cielo fue mi jefe que ya me tocaba inscribirme al ejército. Era la época de la guerra de Vietnam y como eso iba a afianzar ya de alguna manera mi nacionalidad gringa pues, yo ya me había leído “El Ché”, entonces dije yo no me voy a Vietnam, yo me voy a México, y el pretexto de la beca me cayó como anillo al dedo”, comenta el también director teatral.

“Soy un hijo de la Segunda Guerra Mundial”

Kendal menciona, “culturalmente en Estados Unidos se vivía otra cosa… la rebeldía generacional que se gesta, o sea, yo soy un hijo de la Segunda Guerra Mundial. O sea mi jefe le toca irse a la guerra (…) Se regresa rápido a los seis meses porque regresa herido. Pero bueno, cuando te digo que soy un hijo de la Segunda Guerra Mundial te lo digo porque es mi generación, la generación de James Dean, de Rebeldes sin causa, de Marlon Brando, es esa generación. Entonces soy, soy la generación del rompimiento porque en mi generación los niños éramos como unos adultos. No éramos como nos correspondía ser, la edad que nos correspondía (…) y posteriormente con todo lo que sigue, el hippismo y todo lo demás, pero es una generación que empieza a vestirse diferente: el pachuco; piensa diferente, es la diferencia total (…) Era una época en la que te encontraba un adulto y si no le parecía lo que tú estabas haciendo te daba una cachetada sin ser tu papá. Entonces eso, nuestra generación es contestataria por naturaleza, por eso rebeldes sin causa (…) Obviamente que cuando veo que hay un rebelde como el Ché, y que por ahí me lo encuentro de pura casualidad donde yo leo y me identifico. Y de ahí ya relaciono lo que es Vietnam y decido no ir allá, y México es el lugar donde me gustaría (…)”

El movimiento del 68

Kuy Kendal señala que al llegar al Distrito Federal en el año 1967 no ingresó directamente a la Escuela de Arte Teatral debido a problemas internos en la escuela además de su situación como ciudadano norteamericano, así que ingresó
a una escuela de iniciación artística donde conoce a Carlos Rodríguez, quien decía que el teatro debe de ser para el pueblo, y que todo el tiempo puede ser para el pueblo. “Él ponía todos los clásicos en las barriadas, en la calle, etc, Entonces yo le aprendí mucho eso aunque no estaba de acuerdo con sus ideas, me hacía leer a Los Supermachos, me hizo participar en el 68, con la obra Las manos de dios de Carlos Solórzano. Pegaba, nos traían del Consejo de Huelga para todos lados”.

Kendal subraya que luego de terminar el movimiento estudiantil de 1968 retomó las clases teatrales y “es entonces cuando conozco a Claudio Obregón como maestro y nos permite reflexionar sobre el 68 que estaba muy reciente para quienes éramos sus alumnos”.

Kuy comenta que durante el montaje de la obra Las preciosas ridículas, de Moliere, sentía estar apto al igual que todos los compañeros para el examen de fin de cursos. Sin embargo, “ese teatro que era el teatro para otros destinatarios, que porque ese teatro ya estaba agotado, total que tuvo un rollo de oprimidos y opresores que se empezó a gestar como discusión. Y además alentado porque ahí había maestros de tendencia izquierdista pues que también estaban de acuerdo de que eso se discutiera. Y Obregón pues que de alguna manera traía antecedentes del partido comunista que era y le pareció bien que hiciéramos esta discusión (…) siempre lo ponía en contradicción de lo que estábamos discutiendo”.

Kendal recuerda que hablar del 68 era algo muy actual, “algo que la gente quisiera reflexionar de qué se trata este movimiento (estudiantil) ¿Por qué lo reprimieron?” Tantas interrogantes sin respuesta, y que “era una época en que nadie se atrevía hablar” (…). En referencia a la discusión de la puesta de la obra Las preciosas ridículas, “a Obregón le pareció magnífica idea y dijo “Pues ¿cómo le hacemos, no?” Entonces recién habían celebrado el Primer Encuentro de Teatro Latinoamericano. (…) Corrientes de teatro latinoamericano libertador, de guerrilla, teatro asalto, teatro periódico, teatro invisible, todas estas categorías. Y pues... pues nosotros, como inquietos, decimos “No, pues podemos hacer una creación colectiva, pa’ pronto”.

Kendal manifiesta que la creación colectiva surge a partir de las experiencias del teatro latinoamericano, ya que en esas fechas el grupo Rajatabla llegó con dos obras tituladas Tu país está feliz y Venezuela tuya, que hablan del colonialismo más descarado, del saqueo de los recursos naturales, de los bajos salarios, pero “además nunca pensé que se pudiera decir en el teatro ese tipo de temas. Porque para decirlo hay que valerse de todos los elementos, romper la cuarta pared, o sea con todos los convencionalismos teatrales. Era así como la primera lección Entonces veías cómo de qué manera rompían ellos. Obviamente salían al descubierto lo que después se volvió técnica de trabajo teatral en la calle, entonces de espacios abiertos, de interrelación con los públicos de involucrarlos, de pedirles su opinión, de una relación genuina”.

La experiencia latinoamericana

Kendal menciona, que el teatro en México estaba muy atrasado en comparación con otros países. Utiliza la palabra “petrificado” como respuesta a este periodo donde “había buenas producciones y se gastaba la lanísima y Héctor Azar hacía todas los espectáculos que se presentaban aquí y allá (…) Entonces toda esta experiencia que llega latinoamericana que quizá porque no había suficiente teatro profesional, pudieron ser exitosos y pudieron ser muy efectivos y muy creativos porque las condiciones eran muy radicales en sus países”.

Kendal refiere que sus compañeros y él muestran un prendimiento, es decir sólo necesitaban la chispa que los grupos latinoamericanos les proporcionaron para “hacer una obra de creación colectiva, que en aquel tiempo lo entendíamos como que todos aportábamos una idea”.

Carballido

El actor refiere la causa por la que Marco Antonio Montero deja de ser director de la Escuela de Arte Teatral y su lugar lo ocupa Emilio Carballido. Señala que Montero apoyaba a los estudiantes que exigían la creación de un autogobierno en la escuela, “que pudiéramos incidir en los programas, en los métodos, en el presupuesto. Traíamos esa actitud”.

Ante este incidente algunos maestros de la Escuela de Arte Teatral y los alumnos apoyaron al director destituido y repudiaron a Carballido.

Kendal menciona que una vez fuera de la escuela el grupo Examen Tlatelolco y su director, Claudio Obregón se reunían en casa de este último para decidir qué hacer y la manera de buscar lugares donde presentarse y por esas fechas estalló el conflicto entre el elenco de Fantoche que dirigía Carlos Giménez y Héctor Azar.

Contradicciones y alianzas

Kendal comparte una experiencia de trabajo en una producción de la Escuela con el también actor y contemporáneo Luis Cisneros, “nos llaman para trabajar en el Popol Vuh dirigido por Fernando Wagner. Y ahí nace un movimiento de actores porque en la obra de Teatro Escolar dirigida a las escuelas, nos pagan 50 pesos. Entonces yo me entero que el mínimo en la ANDA son 100 pesos. Esto se los comento a mis compañeros en la obra de teatro y pues les interesó tanto que hicimos un movimiento de parar la función si no nos pagaban 100 pesos. Y se logró. Se logró. Desgraciadamente ya Angelina Cruz, el mismo Luis y todos pues ya no me apoyaron cuando al único que ya no quisieron que siguiera en la obra de teatro fue a mí, por haber hecho el alboroto”.

Kuy Kendal subraya que después de este incidente se aleja de Luis Cisneros, sin embargo se da la invitación de parte del grupo Fantoche de la Universidad Nacional para tomar el Foro Isabelino; ahí Luis, Mariano Leyva del grupo Mascarones y él, del grupo Examen Tlatelolco que dirigía Claudio Obregón, “participamos en este evento”. Recuerda que la toma del Foro Isabelino se hizo “tal y como lo había dicho Carlos Giménez, que le aceptáramos a Azar, que nada más los lunes nos prestaría el teatro, y que ese día llamáramos a la prensa y ese día tomáramos el Foro e igual no nos saliéramos. Y así fue, así se hizo justamente. Y ahí empezó ya la creación del Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística (CLETA).

“Ella era una maestra de inglés y quería enseñarles cómo eran las cárceles…”

El actor narra el episodio donde Lilia Rubio, apodada la gringa,

Ante la pregunta que si Claudio Obregón permaneció todo el tiempo que duraron en el CLETA al frente del grupo Examen Tlatelolco, Kendal responde: “cuando se dan esas cosas pues es como que ya la definición. O sea, tu sabes que lo que nos unía anteriormente es que todos éramos alumnos de una escuela. Terminamos nuestro periodo, terminó de esa manera que ya te narré y pues obviamente que ya después, “pues vamos adelante a seguir con nuestro proyecto de teatro...”, de teatro contestatario, de teatro revolucionario, teatro de concientización. Tan fue así que lo primero que hicimos después de que salimos de la escuela, fue encaminarnos a Guerrero a buscar a José Bracho (…), detenido en la cárcel de Chilpancingo (…) y que pudimos entrar todo el grupo gracias a que Lilia Rubio, la gringa (...) le dijo al comandante de la policía en la cárcel de Guerrero, que era una maestra de inglés y que “quería enseñarles a sus alumnos cómo eran las cárceles mexicanas que nada más diera la orden de que no nos agredieran y que nos dejaran pasar. Y de esa manera entramos y hablamos con José Bracho, quien nos dio más o menos un contacto, para que habláramos posteriormente con el lugarteniente de Lucio, un tal Francisco Fierro, que ese nos podía informar,

Continua el actor: “Después nos fuimos a buscar el contacto a Atoyac, con Lucio y él nos dice que no nos pueden recibir en la guerrilla, que lo que tenemos que hacer es nuestro trabajo de concientización, en la trinchera donde estábamos, y que hiciéramos teatro comprometido con el pueblo, y ahí cargamos un compromiso, total. Claro que no todos porque Claudio Obregón y otros compañeros se dispersaron, así que yo asumí la responsabilidad del grupo (…) así que se hicieron giras por el interior de la República, porque nos estaban llamando de muchos lugares.”

Mitote y Kuy Kendal

La salida de Claudio Obregón significó mucho ya que durante este tiempo comenzaba a destacar en la pantalla chica en algunas telenovelas como “El amor tiene cara de mujer” y “Candelaria” y eso molestó algunos compañeros, incluyendo a Kendal ya que ese no era el compromiso que se había tomado anteriormente; “así que tomamos la decisión de separarnos en la última función dentro de la gira por Monterrey”.

“De regreso yo convoqué a los que quedaban de Examen para ver quiénes estaban de acuerdo y seguir adelante, buscar otro nombre y determinar quién podía dirigir al grupo”. Entonces surge el nombre de “Mitote a cargo de Kuy Kendal

El director Kendal refiere que el primer trabajo que se hace bajo el nombre de Mitote es “Esperando al zurdo”. “Un poeta (Jaime Reyes q.e.p.d) y yo escribimos la adaptación de Clifford Odets, “Esperando al zurdo” y metimos el contexto de las huelgas que en ese momento se estaban dando en Monterrey y el Distrito Federal (…) y comenzamos a trabajar como uno de los primeros trabajos de “Mitote” en el que interviene en la música Luis Chávez Teysero

Kay Kendal menciona que la obra “Esperando al Zurdo” se presenta en el Foro Isabelino con la dinámica de crear algo diferente “somos los primeros que desbaratamos el Foro para que en lugar que las sillas estuvieran en las gradas, las bajamos a lo plano y actuamos en las gradas (…) De esta manera sentíamos el espacio nuestro”



Las grillas en el CLETA

Kuy Kendal menciona que dentro del CLETA también existían grillas internas, debido a la nueva etapa en el teatro mexicano que es el parteaguas porque inicia una cultura de teatro popular urbano. “. Sí que ha pasado justamente por todo esos canibalismos que tuvieron su razón de ser en ese momento Pero lo importante es que ya de entrada sí interesó, y sí, era el camino correcto. Tan era el camino correcto y tan anquilosado estaba el teatro, que por eso vinieron grandes figuras, o sea, a nuestro movimiento se acercó que Carlos Ancira, que López Tarso, que Bracho (…) Obviamente cuando empezaron a cambiarse las palabras políticas, la lucha de clases, la burguesía, se fueron (…) La reacción de los artistas que apoyan este movimiento, lo político les hacen mella, pues magnifican que el asunto era político, pero quienes empiezan a politizarlo son ellos (…)”

El dramaturgo callejero refiere que los problemas entre el grupo se cimentaba en torno a los medios de producción como artistas, pues no contaban con ellos y y al reclamarlos se quedaban “cortos frente a los grandes espectáculos que llegaba a presentar Héctor Azar, tal es el caso de “Olímpica”, la Olimpiada que dejaba recursos económicos de esos eventos internacionales. De ahí el nombre del “Zar Azar del teatro” –y añade- que lo que buscábamos como grupo teatral era “posibilidad de democratizar la cultura”.

Kuy Kendal relata acerca del Partido Social del Trabajo y su relación con CLETA. Donde la gente que participaba en la dramaturgia en ocasiones era muy radical o a veces se ponía en tela de juicio su visión y misión como partido. Kendal comenta que ante estas problemáticas “nos llevaba a grandes reflexiones y cuestionamientos de todo tipo, político, económico, social, artístico, organizativo. Y eso nos llevó a una postura de envidias entre nosotros; se volvió un canibalismo; no teníamos una organización o conducción y sucedía que los intereses comenzaban a dibujarse”, como ejemplo hace mención de la destitución de Carlos Jiménez, y la salida de varios participantes, quedando sólo los grupos artísticos militantes a excepción de Mitote.

Nuestra expulsión

Paralelamente a la salida de Carlos Jiménez había grupos en busca del poder, y el Grupo Mascarones, de Mariano Leyva era, uno de los que “traía línea del PST”; lo acusaban de que era un “patrocinador” al grupo de Leyva,y esa situación enojó a los grupos radicales como Examen quienes se negaron a trabajar con ellos.

Otro punto que apunta Kendal es que ante los enfrentamientos entre los grupos,
muchas personas buscaban ser artistas sin tener algunas bases. Los puristas, por su parte no querían hacer nada porque no había las condiciones para hacer su trabajo como tal. Estas situaciones desembocaron en el desmoronamiento del CLETA y “nuestra expulsión”.

“Al año y medio -continúa Kendal- de que yo estuve participando (…) sentíamos que Mariano Leyva estaba detrás los intereses del PST, pues empezamos a atacarlos porque nosotros nos radicalizamos más, ya estábamos estudiando con Luis Chávez Teysero marxismo-leninismo. Pues sentíamos que los partidos no era la alternativa. Que más bien era ir a organizar a los obreros, que esa era la fuerza revolucionaria, eso era lo que pensábamos. Entonces pues esto no era muy bien visto por Mariano Leyva, que de alguna manera era demasiado folclórico o autóctono (…) Por aquél tiempo le jugaba mucho al campirano y yo lo denunciaba, argumentando que la clase revolucionara era la obrera”.

Ante la expulsión de CLETA y la lucha de ideas en torno a las obras revolucionarias, Kuy Kendal reflexiona que el trabajo de teatro es dirigido a los obreros y decide irse a las fábricas o a las huelgas laborales. Poco tiempo después de la salida de Examen, sale Mascarones también de CLETA.

Mitote se radicaliza aun mas y se involucra en los movimientos sociales y laborales presentando brigadas teatrales militantes como buena alternativa. Esa fue la función del teatro callejero.


Kuy Kendal y su militancia con el PMT

Kendal relata acerca de su militancia por el Partido Mexicano de los trabajadores (PMT), partido de izquierda que desapareció al fusionarse con otros partidos de izquierda en 1987.

“Cuando me salgo de CLETA, me fui por la libre a las fábricas a buscar el contacto con los obreros. Y por buscar el contacto con los obreros comencé a leer sobre el movimiento obrero en México, entonces descubro la historia de Demetrio Vallejo, de su movimiento ferrocarrilero del 48 y del 58, diez años después y que había sido un movimiento heroico de emancipación y de organización muy bueno (…) por esa razón (…) (decido) escribir una obra sobre el movimiento del 68 de Demetrio Vallejo (…) Obra que nunca terminé, que tenía como título “Estación Matías Romero” que de ahí era Vallejo y ahí había empezado el movimiento ferrocarrilero (…)”

Kendal comenta que la idea principal al ingresar al PMT era desarrollarse como actor, cosa que logró iniciando con algunos talleres y otras actividades por lo que vio la oportunidad de formar y hacer un movimiento teatral, por lo que convocó a los Secretarios de Relaciones Culturales de los diferentes delegacionales que en esos tiempos habían 16 más algunos en el área metropolitana, que en total sumaban 20. “Yo supervisaba la promoción cultural de cómo hacer teatro popular y “entonces descubro mis dotes como promotor cultural, y dentro del PMT fungí como Secretario de Relaciones Culturales”, añade el actor.

Kendal apunta que nuestra sociedad tiene una gran cultura “tenemos un montón de valores. Sí las tenemos, o sea, sí, como objetos, como cuestiones que están ahí, sí las están pero la gente no las tiene apropiadas. O sea que en realidad somos un país de analfabetas (…) O sea, incultos en la vida de que no tenemos conocimiento de esas aportaciones que tiene nuestra historia ¿Y cómo las logras dar? (…) Entonces esta falta de acceso a la cultura la tenemos todos, y obviamente que si la tenemos todos y vemos que los que hacen política, pues, también la tienen (…) Tu ves a los políticos en su gran mayoría, obviamente hay honrosas excepciones, pero en su gran mayoría lo que caracteriza es que son muy burros, bien incultos. No conocen, no leen, no estudian, no van al teatro (…)
Si tu ves a todos los dirigentes de grandes proyectos, es gente que está muy alejada, que ha tenido la oportunidad de especializarse en historia del arte, en historia, pero no en historia de su México ni con las necesidades de su México y luego, por otro lado, los políticos burros, pues menos. Entonces, sí hay política cultural y la ha habido siempre porque, además porque ha sido un debate de muchos años (…)”.

“(…) En México se sostiene el trabajo social que hacemos mucha gente. Y es el menos reconocido, del que menos se habla. Entonces lo mismo sucede en el teatro. Hacemos toda esta labor estética teatral de promoción cultural, etc., lo hacemos aunque llueve y truene y aunque no nos paguen porque realmente no tenemos que hacer”.

Ante la pregunta de ¿cómo resuelve el grupo Mitote ante las expectativas que tienen en la cultura como una posibilidad de acceder a otra forma de vida y por otro la incultura que se vive en general?

“Creo que todas las cosas se están resolviendo. Yo creo que estamos surgiendo en todas los niveles de la sociedad, y sobre todo en los muy marginales, en los que estamos más olvidados (…) tenemos que ir creando centros de cultura como los hay, espontáneos, de barrio, etc. Tenemos que seguir nosotros existiendo como grupos de teatro y presentándonos donde hace falta que se presente (…) eso se vuelve como una labor ya entendida y necesaria, porque si no la haces ¿cómo vamos a hacer de este país un país agradable?”.

¿Y qué sucede entonces ya con la idea de la organización, con la idea de transformación?

“Creemos que es una parte que queda ya como para la posición ciudadana, no el artista. O sea, yo en lo personal veo que es una posición del ciudadano que tiene que participar ya sea en las elecciones, o no, o en otras formas de organización que son, a lo mejor anarquistas. Cada quien es libre de luchar como quiere. Pero bueno, entendido bien que eso es luchar desde la organización ciudadana para resolver los problemas que nos afecta a la ciudad, entre ellos la cultura. Pero como labor artística, sentimos que eso es algo que, independientemente de que se resuelva lo otro, esto se tiene que seguir dando porque es la razón de existir nuestra (…) Por ejemplo, Cristina Pacheco de repente se acerca a ese lugar pero de repente vuelve otra vez con los superficiales, con los que no tienen en realidad nada que decir”

El actor popular contesta ante la pregunta de que si en un momento de su vida combina la creación colectiva con el teatro de autor, y pone como ejemplo la obra “Esperando al Zurdo”, “cuando tomas esta determinación y estás esperando un patrocinador, pues ya mejor te dedicas a otra cosa. Pero el decidirse hacerlo implica ya enfrentarse con la realidad (...) y en principio lo haces como con los recursos que tienes (…) Y entonces tú comienzas a darte cuenta de un nuevo lenguaje teatral. Una nueva forma de hacer teatro (…) ese cuestionamiento constante que vas teniendo de la realidad, al enfrentar que tú quieres seguir haciendo teatro, que a ti no te va a detener, y que si ya te cerraron las puertas en la UNAM, y que si ya te las cerraron en Bellas Artes, que si ya te las cerraron en el Gobierno, en las Instituciones Culturales, pues tú lo vas a tener que hacer, porque esa es tu vida (…)”

Kuy Kendal comenta acerca de los muchos integrantes que han desfilado por Mitote y el periodo teatral de los años setenta, que conforme se va constituyendo como tal, el grupo llega a la reflexión de qué es lo que se quiere y retoma los planteamientos que traen los nuevos integrantes.

“El concepto agrupación surge en “Mitote”, por primera vez, y se lo lees desde antes, antes no hablaban mucho del concepto agrupación. Y yo me percato del concepto de agrupación porque me doy cuenta que nos agrupamos ciertas gentes para un proyecto y luego ese proyecto se termina y todos se van, otros se quedan al siguiente proyecto. Entonces somos agrupación justamente por esa razón. Comenzamos a llamarnos ya no grupo “Mitote”, que así era, sino que de repente empieza a ser “Agrupación Teatral Mitote”.

En referencia a los grupos “cerrados”, influencia de los grupos latinoamericanos o de los grupos chicanos, Kendal comenta que existió un grupo de “hermandad franciscana”, es decir grupo de tres bandas que entre unos y otros se solidificaban. No miraban el teatro como algo político sino como algo místico, estético. La política la mantenían en segundo plano. “Ellos tenían claro que era un lenguaje artístico que había que manejarlo como tal y que tenía sus propias reglas y sus propios cuestionamientos como hecho estético”.

¿Crees que a eso se deba que sus obras, en ese sentido, saben más a denuncia de hechos concretos de las comunidades donde están viviendo, de los pueblos de donde proceden? “Sí, pero por supuesto porque pues eso es justamente por lo que en algún momento nos hicimos el cuestionamiento, o sea, el teatro, como cualquier manifestación artística, pues lo tienes que hacer de acuerdo al mundo en el que vives porque si no, qué vas a proyectar para el futuro, o sea, que es lo que va a quedar. Muchas veces la realidad, la realidad del pasado la entendemos en las obras de arte de la manera mucho más clara que en la misma historia, que en los libros de historia”.

“Tú sabes que, finalmente, todo artista es revolucionario al final. Y como artista revolucionario que lo es al final, pues paradójicamente vemos que lo es porque está preocupado de su tiempo, o sea, hace su tiempo relucir, ahí está presente. Si no es ninguna garantía que, que esto sea así porque seas de izquierda o por que seas de derecha. O sea, esa forma en que la realidad te impresiona a ti, y que al final pudiera ser una jalada pero al final no. Aunque tú seas muy reaccionario, a la mejor es de interés público, es de interés humano, y sin quererlo a lo mejor escapó ya a ti”.

¿Qué otras obras que se presentaron en el Primer Encuentro Latinoamericano te impactaron?

Las primeras fueron las de “Rajatabla”, “Tu país está feliz” y “Venezuela tuya” porque ese dinamismo, ese juego que traen entre el espectador es bastante imperativo y llega a impresionar porque rompes la cuarta pared con una facilidad asombrosa. Se vuelve el hecho teatral, se vuelve ya así la participación colectiva de todo mundo. Esa fue una gran enseñanza para mí, de eso me enamoré y desde entonces es parte de lo que yo quiero hacer que así suceda. Porque me impactó tanto que digo, pues si lo logro como lo hacían aquellos, voy a impactar de esa manera. Claro que con el tiempo se van refinando las cosas y tú también vas haciendo tus propios encuentros (…)”.

¿Y el teatro chicano venía a otro nivel?

Sí, porque justamente cuando están muy cercano a su medio ambiente, a su cotidianidad, orgulloso de su raza, de cómo son, te das cuenta que eso se refleja en sus trabajos artísticos, y te das cuenta de esa famosa universalidad que hablan, los intelectuales, te das cuentas que se da justamente porque están haciendo justamente eso, que están viviendo. Y esa capacidad de sintetizar su realidad que finalmente es una realidad humana que conecta mundialmente con toda la raza humana con todo el universo te conecta.

¿Y qué obras de ellos recuerdas?

Muchas pero hubo una que me gustó mucho, “Subsuite”, que fue un golpazo, eso ya a nivel hasta comercial... esa obra la puse también pues tenía esos elementos en el que tú veías el poder y donde veías la represión del Estado y podías ver la problemática del jodido, con ese tipo de obras, u otros tipos de obras donde había elementos prehispánicos, simbolismos, etc. Entonces esas cosas sí me impactaron y que hacían pensar que íbamos en el camino correcto de una nueva estética”.

¿Cuál de tus obras te ha dejado satisfecho hasta ahora?

“Todas y ninguna, porque cada una es como en su verdadera dimensión. Pero si quisiera decir algo con respecto a alguna de las obras, ha sido sobre “Esperando al zurdo”, por ejemplo. “Esperando al zurdo” es un clásico del teatro panfletario pero con una estructura dramática muy limpia, muy bien hecha, como suelen ser los dramaturgos gringos por eso lo vemos en sus filmes (…)”.

¿Cómo podrías sintetizar el recorrido estético de “Mitote”?

“Yo entiendo que una obra nunca la terminas. Y menos en teatro pues es un hecho vivo, constante. Y “El zurdo” no es lo mismo que hace diez años ni que hace veinte. La obra “El zurdo” ha ido adquiriendo cada vez más elementos que la confirman y que la hacen mucho más interesante. Se han ido escribiendo las formas interpretativas gestuales, vocales, sentimentales, de interpretación etc. Las cosas que estás descubriendo en el momento y que estás aplicando en otras obras. Entonces nunca dices esto ya caducó y se va (…) Cuesta tanto trabajo hacer teatro en México que como que dices “Ay no, esta producción ya no y ahora que voy a hacer otra. Así como que también eso es mucha irresponsabilidad porque se están abandonando productos que deben seguir conservando y mejorándolo por supuesto, que además esa es la ventaja que puedes hacer (…)”

“(…) El teatro es vivo, se está dando todos los días, es tan efímero que desde que existe pues se está presentando. Y luego ya después hasta que la vuelves a presentar nuevamente, pero si no, ¿qué pasa? (…) El teatro es algo que se está dando constantemente y constantemente lo estás reforzando y estás dándole una serie de cosas ciertas. Y eso para mí es interesante ver cómo muchas de mis obras surgieron, que fueron muy difíciles de interpretación y sin embargo llegué a encontrarles, sí, la razón de ser, en la medida que la supe relacionar con mi realidad y entender que en eso consistía su valor (…)”

¿Cómo resumirías tu experiencia tanto en CLETA como en el teatro popular? lo
valoro con una gran satisfacción saber de que los esfuerzos no fueron en vano Que hemos contribuido mucho al desarrollo del teatro, es decir, del teatro mexicano. Que no está tomado en cuenta porque está como muchos pueblos en estos países, en el sótano, en el lugar de abajo. Pero que en la medida en que comienzan los demás ojos, sobre todos los jóvenes a ver que ahí está esa aportación, o sea, va a provocar una revolución estética en México muy importante. Si ahorita no se ha dado es porque siento que ese eslabón cultural no ha encadenado con la historia del teatro mexicano y queda suspendida allá en los 70s, y como historia oficial y como historia de abajo, pues no se ha recuperado. Se está haciendo el esfuerzo no está el teatro en crisis, el teatro está en su mejor momento (…) Hay muchos grupos que tiene grandes aportaciones que no se han recogido ni sistematizado, ni están ahorita en los libros, pero verdaderamente le han dado un desarrollo a la expresión teatral y, obviamente desde el punto de vista popular, porque desde ahí surgen todos los grandes movimientos, finalmente (…)”.

“(…)Yo creo que por eso “Mitote”, una de las cosas muy importantes que ha logrado sacar, como conclusión, es que sí hay un lenguaje muy particular nuestro, que nos hace como teatreros tener esa identificación con nuestro pueblo, gracias a que en el método de actuación donde existen tres lenguajes, el visual, el de pensar y sentir, el vocal, hemos contribuido a enriquecerlo, y eso nos ha permitido que ahorita podamos tener elementos para popularizar más, en la medida de que tengamos más auditorio, en la medida de que haya más promoción cultural, en la medida en que haya mayores apoyos, se podrá ir regando este conocimiento mientras se tendrá que ir dando bajo las condiciones en las que vivimos como está sucediendo en todo lo demás. Pero de que hay ya un gran valor y un gran aporte al teatro mexicano ya lo hay (…) En estos momentos que el teatro está viviendo su mejor momento, es justamente por el hecho de que se está dando en los lugares donde tradicionalmente no se daban. Y eso es muy importante porque veíamos cuando el teatro se divorcia de la sala y sale a las calles, crea un movimiento y permite hasta a los actores encontrar una forma de vivir. Luego después se chotea porque, bueno, ya después se busca la calle como un modus vivendi, más bien. Y somos pocos los que siguiendo haciendo ese trabajo nos dedicamos no solamente a buscar la forma de vivir de nuestro trabajo sino que además a ir refinando esos lenguajes con base a la realidad que estamos viviendo”.